"Cuando
la vida te sorprende y deja marcas imborrables es fácil llegar a pensar que
pasaste la línea que separa la cordura de la locura."
Veinte
de febrero de 1953
Era una tarde
tranquila de primavera, los pájaros, entonaban hermosas canciones que se
mezclaban con el suave murmullo del arroyo que se mecía suavemente. El sol se
divisaba en lo lejos del horizonte, dejando un hermoso color rojizo en todo el
cielo y los tenues rayos de luz se colaban suavemente a través de las copas de
los árboles. El verano no tarda en llegar y ya se siente el encanto de la brisa
inquieta que hace a uno sentirse libre de verdad. A mí siempre me gustó
sentarme en la silla mecedora a disfrutar de los atardeceres hermosos que existen
en Uruguay. La tengo ubicada especialmente al costado de la casa, en dónde se
da la vista perfecta entre los árboles y el arroyo. Lo hacía cada vez que podía
junto con mis fieles amigos. Ellos
siempre vienen entusiasmados, sacudiendo sus rabos cuando me ven ir para allí,
como esperando el momento en que me decida disfrutar de ese hermoso paisaje y
así estar todos juntos como una gran manada. A veces me acompaña mi buena
música, aunque ese día en particular quería escuchar el canto sublime de la
naturaleza, pues los pájaros, el arroyo y los árboles entonaban todos juntos la
más hermosa melodía. Me quede callado
mirando el cielo por más de 1 o 2 horas, eso creo yo, pues el tiempo parece que
no pasara cuando uno se siente cómodo y tranquilo. La noche fue de a poco adentrándose
y ya se empezaba a sentir el sonido diferente que tanto la caracteriza, los
pájaros ya no cantaban y se podía escuchar más fuerte el sonido de los árboles
meciéndose unos con otros. El arroyo parecía distante, aunque mucho más sonoro
ya no lograba verlo. Miro hacia mi derecha
en dónde siempre se acuesta pepe y veo que esta acurrucado y muy
dormido, así que decidí llevar los perros al galpón en dónde los dejo de noche
para que no pasen frío. Es un lugar chico de chapa y madera a dos metros de la
casa, que los resguarda de la helada de la noche, años atrás cuando trabajaba
era allí donde guardaba mis herramientas, pero cuando llegó la vejez junto con
la jubilación, decidí limpiarlo y dejárselo entero para ellos, al fin y al cabo
son mi única compañía. Los llamo uno por uno y la felicidad se demuestra en
cada gesto que hacen, los más jóvenes dan vueltas alrededor mío, saltando y
haciendo sonidos extraños, como tratando de imitar una risa y los más viejos
caminan despreocupados y suavemente moviendo la cola al mismo compás que las
patas cojeantes, adelantándose lentamente, la costumbre de tantos años, hace,
que con sólo mirarme ya sepan que tienen que hacer. Cada uno de ellos tiene una
historia y una manera de ser distinta a la otra, a algunos ya les cuesta
caminar y hacen todo el esfuerzo posible por seguir a los más jóvenes que
juegan todo el tiempo.
El camino hacia el galpón es por un
sendero de pedregullo y el sonido de sus patas junto con el de mis pies es lo
bastante fuerte para que sólo se le preste atención a ello. ¡Parecemos caballos
en pleno galope! pensé. Abro la puerta del galpón que la tengo cerrada con una
cadena y un candado, el cual está bastante oxidado por cierto, los años le han
cobrado factura al igual que a mi. Prendo la luz y uno a uno se va ubicando en
sus respectivas mantas, con la alegría de tener un lugar calentito y suave en
dónde pasar todas las noches, tomo sus charolas y la alegría es desorbitante,
tal vez estuve más tiempo del que pensé sentado bajo la noche ,y ya estaban
deseando comer y acurrucarse. Les agrego la comida y agua suficiente para que
les dure hasta la mañana siguiente. Les despido haciendo ademanes con mis manos
mientras apago la luz y escucho como desarman todas las mantas y revuelcan sus
platillos jugando como todas las noches antes de dormirse.
Cierro lentamente la puerta, pasando
la cadena y tratando de ver en dónde ponía el candado pues la noche ya se había
adentrado y no había luna , así que ya
no veía, ni divisaba nada. Caminando de vuelta hacia mi casa pensaba en
entrar y prender la luz del patio,
encender la radio y quedarme afuera, pues la noche era tranquila y la brisa era
muy relajante.
Entro a mi casa,
prendo la luz, y me pongo a buscar un abrigo, abro el ropero y no lo encuentro,
en seguida me acuerdo que el saco lo deje en la cocina y mirando la foto que
tengo en la mesa de luz de mi señora le digo: como me gritabas cuando lo dejaba
tirado!, pensando en cómo no lo vi cuando entré, me decido a prender la radio y
casi simultáneamente escucho un sonido abrumador que me hace saltar parado y
que por un segundo me hizo estremecer todo el cuerpo. Miro por la ventana que
da al patio en dónde tengo la silla y rápidamente casi al mismo tiempo,
comienzo a correr hacia afuera para saber que provocó tan increíble sonido.
Salgo y empiezo a escuchar como mis perros ladran tan brutalmente, supe en
seguida que están tan o más nerviosos que yo. Comienzo a buscar con mi vista
por entre los árboles si había algo inusual en la noche, mi estado de alerta me
hacía ver más que cuando estaba tranquilamente sentado en el atardecer, aunque
para mi asombro o mi tranquilidad no había o no podía ver nada allí. Decido
entonces buscar la causa y entro a buscar mi linterna para salir y ver mejor
por entre los árboles, muy nervioso por todo lo que se me cruzaba en la mente
desde una explosión hasta un avión caído, voy subiendo el escalón tratando de
recordar dónde la había dejado la última vez que la usé, así que comencé
rápidamente a hacer un recuento de las
veces que la precise y donde la había puesto. Sumergido en medio de todos mis pensamientos, el ladrido constante de los
perros que cada vez ladraban con más fuerza y revolviendo cada parte del mueble
en dónde guardo mis herramientas, siento como por la ventana que tengo en frente,
algo cruza rápidamente por ella. Inmediatamente fijo mi vista, quedándome inmóvil
para prestar toda la atención posible. Cuando de repente... otra vez! algo pasa
velozmente por la ventana. ¿Era una persona? me pregunte tan rápidamente que ni
siquiera me doy cuenta de que sí efectivamente, era una persona. Así que en vez
de buscar la linterna, busco mi escopeta, la cargo y me decido a salir. Desde
que al vecino que vive 30 kilómetros más adelante le robaron todo el ganado me
decidí a comprarla y tenerla por lo menos para asustarlos, aunque no tengo nada
de valor no me voy a arriesgar a que me lastimen, ¿quién me cuidaría si a mí me
pasara algo?.
Comienzo a gritar que
si hay alguien allí se muestre de una vez. Al mismo tiempo que escuchaba
mis palabras comencé a escuchar algo
extraño ,así que me quedé en silencio y afine mi oído, enseguida me di cuenta
que los perros ya no ladraban, sólo se sentía un inmenso silencio, casi que
corriendo comienzo a caminar hasta el
galpón, sintiendo mis pasos nuevamente en el pedregullo, me generaba ahora una
sensación muy diferente a la de hoy, cada tanto me giraba pues pensaba oír
otros pasos que no eran los míos, para asegurarme sobre todo que nadie estuviera
detrás y que yo quedara expuesto a cualquier ataque. Ya en la puerta del galpón
sigo prestando atención a mí alrededor
para asegurarme de que no haya nadie allí, me cuesta poner la llave en
el candado pues no tenía luz y los nervios como los años hacían temblar mis
manos. Abro al fin la puerta, prendo la luz, y para mi horror los perros no
estaban, por un segundo sentí como todo mi cuerpo se estremeció y me quedé
atónito al no ver ninguno de mis animales allí ¿Cómo salieron si es la única
salida y la única llave la tengo yo?, ¡además
el candado estaba cerrado! les chiflo como siempre y solo se siente un inmenso
silencio. La sensación de soledad y dolor inmenso me abrumó por un instante.
Ahora sí, comprendí que algo raro me estaba pasando esa noche, y por
segunda vez en mi vida sentí miedo, ese
miedo que se siente unas pocas veces en toda la vida y es tan fuerte que te
hace quedar sin voz. ¿Quien quisiera robarle todos los perros a un viejo solitario
que nunca molesta a nadie? Me doy cuenta al instante que tengo que salir
corriendo e ir hacia mi casa, pues alguien pudo haber entrado y en ese preciso
momento puede estar robando todo lo que encuentre. Doy pasos largos y rápidos,
siempre apretando fuerte la escopeta, estando preparado para todo lo que pueda pasar.
Comienzo a escuchar detrás de mí otros pasos que no eran los míos, giro con tal
rapidez como me sea posible y no había nadie, es extraño, los nervios y el
miedo me están pasando una mala jugada pensé,
empiezo de nuevo a gritar, a imponerme como dueño de este terreno, esta
vez tratando de poner mi voz lo más grave que pueda, como tratando de asustar
con mi tono de voz. Una y otra vez grite mientras caminaba firmemente y al
rededor sólo se sentían los árboles que se movían, pues el viento inexistente
hace algunos momentos, comenzaba a soplar con fuerza ahora. Entro rápidamente
mirando cada rincón de la casa en menos de un segundo, descubro para mi
sorpresa que todo en la casa estaba desordenado, todo revuelto, alguien había
estado allí y decidió buscar algo con todas sus fuerzas. Me sentí frustrado, y
pensé en ¿cómo es que no escuché el sonido de la televisión contra el piso? Me
preparo física y mentalmente para buscar al culpable dentro de la casa, capaz
que aún seguía adentro, y podría evitar que me robara y así hacer que me
devolviera a mis perros. Voy al dormitorio y veo a lo que parecía ser una
persona muy alta, prendo la luz, y lo apunto con la escopeta al mismo tiempo
que le digo que se quede quieto y que no lo voy a lastimar si no se mueve.
Cuando prendo la luz, lo veo al costado de mi cama, muy alto y delgado,
de un color marrón como envejecido, su piel casi gelatinosa y
transparente por la que se podían ver sus órganos. Tenía los ojos inmensamente
desproporcionados con su cara y sin pupilas, sus brazos parecían sumamente
frágiles y delgados al igual que sus piernas. Ausente totalmente de uñas y de cabello en todo su cuerpo. Me di cuenta
rápidamente que no era de este mundo. Por un instante nos quedamos viendo
fijamente el uno al otro, como no entendiendo ninguno de los dos lo que pasaba
en ese momento y observándonos como ratones de laboratorio. Mi corazón latía
tan rápidamente que parecía se me fuera a salir del pecho, la escopeta colgaba de mi mano casi a punto de caer. Él
tenía en su mano izquierda una foto de cuando mi esposa aún vivía y nos
habíamos ido a colonia a pasar un hermoso fin de semana. Comenzó a moverse de
apoco y casi automáticamente lo volví a apuntar con la escopeta, su brazo
derecho que era tan largo con un solo
movimiento logró tomar mi brazo con el cual sostenía la escopeta, sentí como
sus dedos, gelatinosos y suaves presionaban mi brazo para que bajara la
escopeta, no pensaba en nada en ese instante,
tenía la mente completamente en blanco y la situación se apoderaba de mi
razón. Solo lo miraba y bajaba la escopeta tan suavemente como el me guiaba. Su
rostro ahora parecía amigable, sin expresión alguna su mirada me hizo sentir
cómodo con la situación, casi sin pensarlo cuando le pregunte quien era toda la habitación se volvió blanca, tan
blanca que me dejó completamente ciego, traté con todas mis fuerzas de enfocar
algo, sumamente nervioso luchaba para ver, y cuando por fin lo comencé a lograrlo
ya habían pasado algunos largos segundos. De apoco veía mi dormitorio, la
repisa vacía y la cama, yo trataba de encontrarlo a él, pero no lo lograba.
Cuando por fin mis ojos ya veían todo o lo suficiente, me doy cuenta que ya se
había ido, así que comencé a correr hacia afuera y desde la puerta de la cocina veo como una luz fuerte detrás de los árboles
se levantaba hacia el cielo. Caigo de rodillas al frio piso tratando de seguir
con mi mirada la luz que se eleva por el cielo girando rápidamente. Moviéndose
de un lado a otro y cada vez más rápido se aleja por el cielo hasta que no
logro verla más. Quede atónito por unos largos minutos, no podía creer nada de
lo que me había pasado. Temblaba y mi mente estaba completamente en blanco.
Desde ese día, pasé
largos años tratando de entender para que vinieron, quienes eran, porque se
llevaron a mis perros, que eran mi única familia y sobre todo porque no me
hicieron daño. Realmente me preocupaba demasiado, así que se lo conté a varias
personas del pueblo, por si ellos habían visto algo inusual esa noche y desde
ese entonces pasé a ser el loco del arroyo, ya nadie me hablaba sin que se burlaran
de mí. Por esta razón desde hace ya varios años que no salgo más allá de mi
chacra y aún estoy seguro de todo lo que me pasó ese día, pero a veces dudo,
dudo pues muchas veces me pregunto si no
fue sólo mi imaginación que me jugó una mala pasada y trate de borrar el hecho
de que tal vez a todos mis perros los soltó algún joven que se quiso hacer el
gracioso. Llegué a pensar que me estoy volviendo loco y a pensar mucho en lo
que me dice la señora que se encarga de traerme las cosas que preciso del pueblo
, ella dice que es normal, que las personas a mi edad alucinan cosas, y tienden
a armarse un mundo de fantasías. Realmente pienso mucho y Lo único que me queda
como gran prueba quizás, es que a partir de ese encuentro mi cuerpo comenzó a sentirse extraño, no es normal que
una persona viva hasta los ciento cuarenta años ¿no? Y menos aún que parezca de
setenta! Realmente siento que desde ese día nunca más pasaron los años para mí.
Pienso que tal vez ellos me dieron esta prueba para que no me olvide de lo que
pasó y me mantienen con vida porque quieren volver a encontrarse con migo,
aunque todavía no encontré una razón, pienso que tal vez yo no la puedo
comprender aún. Por las dudas de que así
sea, espero siempre a partir del atardecer, todas las noches sentado en mi
silla, hasta el amanecer, desde hace ya setenta años noche tras noche con la
esperanza de ver a mis perros y volver a verlo a él y así preguntarle todo esto
que me obsesiona desde hace tantos años.
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