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miércoles, 7 de mayo de 2014

Una Visita Inesperada


"Cuando la vida te sorprende y deja marcas imborrables es fácil llegar a pensar que pasaste la línea que separa la cordura de la locura."



Veinte de febrero de 1953

Era una tarde tranquila de primavera, los pájaros, entonaban hermosas canciones que se mezclaban con el suave murmullo del arroyo que se mecía suavemente. El sol se divisaba en lo lejos del horizonte, dejando un hermoso color rojizo en todo el cielo y los tenues rayos de luz se colaban suavemente a través de las copas de los árboles. El verano no tarda en llegar y ya se siente el encanto de la brisa inquieta que hace a uno sentirse libre de verdad. A mí siempre me gustó sentarme en la silla mecedora a disfrutar de los atardeceres hermosos que existen en Uruguay. La tengo ubicada especialmente al costado de la casa, en dónde se da la vista perfecta entre los árboles y el arroyo. Lo hacía cada vez que podía junto con mis fieles  amigos. Ellos siempre vienen entusiasmados, sacudiendo sus rabos cuando me ven ir para allí, como esperando el momento en que me decida disfrutar de ese hermoso paisaje y así estar todos juntos como una gran manada. A veces me acompaña mi buena música, aunque ese día en particular quería escuchar el canto sublime de la naturaleza, pues los pájaros, el arroyo y los árboles entonaban todos juntos la más hermosa melodía.  Me quede callado mirando el cielo por más de 1 o 2 horas, eso creo yo, pues el tiempo parece que no pasara cuando uno se siente cómodo y tranquilo. La noche fue de a poco adentrándose y ya se empezaba a sentir el sonido diferente que tanto la caracteriza, los pájaros ya no cantaban y se podía escuchar más fuerte el sonido de los árboles meciéndose unos con otros. El arroyo parecía distante, aunque mucho más sonoro ya no lograba verlo. Miro hacia mi derecha  en dónde siempre se acuesta pepe y veo que esta acurrucado y muy dormido, así que decidí llevar los perros al galpón en dónde los dejo de noche para que no pasen frío. Es un lugar chico de chapa y madera a dos metros de la casa, que los resguarda de la helada de la noche, años atrás cuando trabajaba era allí donde guardaba mis herramientas, pero cuando llegó la vejez junto con la jubilación, decidí limpiarlo y dejárselo entero para ellos, al fin y al cabo son mi única compañía. Los llamo uno por uno y la felicidad se demuestra en cada gesto que hacen, los más jóvenes dan vueltas alrededor mío, saltando y haciendo sonidos extraños, como tratando de imitar una risa y los más viejos caminan despreocupados y suavemente moviendo la cola al mismo compás que las patas cojeantes, adelantándose lentamente, la costumbre de tantos años, hace, que con sólo mirarme ya sepan que tienen que hacer. Cada uno de ellos tiene una historia y una manera de ser distinta a la otra, a algunos ya les cuesta caminar y hacen todo el esfuerzo posible por seguir a los más jóvenes que juegan todo el tiempo.

El camino hacia el galpón es por un sendero de pedregullo y el sonido de sus patas junto con el de mis pies es lo bastante fuerte para que sólo se le preste atención a ello. ¡Parecemos caballos en pleno galope! pensé. Abro la puerta del galpón que la tengo cerrada con una cadena y un candado, el cual está bastante oxidado por cierto, los años le han cobrado factura al igual que a mi. Prendo la luz y uno a uno se va ubicando en sus respectivas mantas, con la alegría de tener un lugar calentito y suave en dónde pasar todas las noches, tomo sus charolas y la alegría es desorbitante, tal vez estuve más tiempo del que pensé sentado bajo la noche ,y ya estaban deseando comer y acurrucarse. Les agrego la comida y agua suficiente para que les dure hasta la mañana siguiente. Les despido haciendo ademanes con mis manos mientras apago la luz y escucho como desarman todas las mantas y revuelcan sus platillos jugando como todas las noches antes de dormirse.
Cierro lentamente la puerta, pasando la cadena y tratando de ver en dónde ponía el candado pues la noche ya se había adentrado y  no había luna , así que ya no veía, ni divisaba nada. Caminando de vuelta hacia mi casa pensaba en entrar  y prender la luz del patio, encender la radio y quedarme afuera, pues la noche era tranquila y la brisa era muy relajante.
 Entro a mi casa, prendo la luz, y me pongo a buscar un abrigo, abro el ropero y no lo encuentro, en seguida me acuerdo que el saco lo deje en la cocina y mirando la foto que tengo en la mesa de luz de mi señora le digo: como me gritabas cuando lo dejaba tirado!, pensando en cómo no lo vi cuando entré, me decido a prender la radio y casi simultáneamente escucho un sonido abrumador que me hace saltar parado y que por un segundo me hizo estremecer todo el cuerpo. Miro por la ventana que da al patio en dónde tengo la silla y rápidamente casi al mismo tiempo, comienzo a correr hacia afuera para saber que provocó tan increíble sonido. Salgo y empiezo a escuchar como mis perros ladran tan brutalmente, supe en seguida que están tan o más nerviosos que yo. Comienzo a buscar con mi vista por entre los árboles si había algo inusual en la noche, mi estado de alerta me hacía ver más que cuando estaba tranquilamente sentado en el atardecer, aunque para mi asombro o mi tranquilidad no había o no podía ver nada allí. Decido entonces buscar la causa y entro a buscar mi linterna para salir y ver mejor por entre los árboles, muy nervioso por todo lo que se me cruzaba en la mente desde una explosión hasta un avión caído, voy subiendo el escalón tratando de recordar dónde la había dejado la última vez que la usé, así que comencé rápidamente a hacer un recuento de  las veces que la precise y donde la había puesto. Sumergido en medio de todos  mis pensamientos, el ladrido constante de los perros que cada vez ladraban con más fuerza y revolviendo cada parte del mueble en dónde guardo mis herramientas, siento como por la ventana que tengo en frente, algo cruza rápidamente por ella. Inmediatamente fijo mi vista, quedándome inmóvil para prestar toda la atención posible. Cuando de repente... otra vez! algo pasa velozmente por la ventana. ¿Era una persona? me pregunte tan rápidamente que ni siquiera me doy cuenta de que sí efectivamente, era una persona. Así que en vez de buscar la linterna, busco mi escopeta, la cargo y me decido a salir. Desde que al vecino que vive 30 kilómetros más adelante le robaron todo el ganado me decidí a comprarla y tenerla por lo menos para asustarlos, aunque no tengo nada de valor no me voy a arriesgar a que me lastimen, ¿quién me cuidaría si a mí me pasara algo?.

    Comienzo a gritar que si hay alguien allí se muestre de una vez. Al mismo tiempo que escuchaba mis  palabras comencé a escuchar algo extraño ,así que me quedé en silencio y afine mi oído, enseguida me di cuenta que los perros ya no ladraban, sólo se sentía un inmenso silencio, casi que corriendo comienzo a  caminar hasta el galpón, sintiendo mis pasos nuevamente en el pedregullo, me generaba ahora una sensación muy  diferente a la de  hoy, cada tanto me giraba pues pensaba oír otros pasos que no eran los míos, para asegurarme sobre todo que nadie estuviera detrás y que yo quedara expuesto a cualquier ataque. Ya en la puerta del galpón sigo prestando atención a mí alrededor  para asegurarme de que no haya nadie allí, me cuesta poner la llave en el candado pues no tenía luz y los nervios como los años hacían temblar mis manos. Abro al fin la puerta, prendo la luz, y para mi horror los perros no estaban, por un segundo sentí como todo mi cuerpo se estremeció y me quedé atónito al no ver ninguno de mis animales allí ¿Cómo salieron si es la única salida y la única llave la tengo yo?,  ¡además el candado estaba cerrado! les chiflo como siempre y solo se siente un inmenso silencio. La sensación de soledad y dolor inmenso me abrumó por un instante. Ahora sí, comprendí que algo raro me estaba pasando esa noche, y por segunda  vez en mi vida sentí miedo, ese miedo que se siente unas pocas veces en toda la vida y es tan fuerte que te hace quedar sin voz. ¿Quien quisiera robarle todos los perros a un viejo solitario que nunca molesta a nadie? Me doy cuenta al instante que tengo que salir corriendo e ir hacia mi casa, pues alguien pudo haber entrado y en ese preciso momento puede estar robando todo lo que encuentre. Doy pasos largos y rápidos, siempre apretando fuerte la escopeta, estando preparado para todo lo que pueda pasar. Comienzo a escuchar detrás de mí otros pasos que no eran los míos, giro con tal rapidez como me sea posible y no había nadie, es extraño, los nervios y el miedo me están pasando una mala jugada pensé,  empiezo de nuevo a gritar, a imponerme como dueño de este terreno, esta vez tratando de poner mi voz lo más grave que pueda, como tratando de asustar con mi tono de voz. Una y otra vez grite mientras caminaba firmemente y al rededor sólo se sentían los árboles que se movían, pues el viento inexistente hace algunos momentos, comenzaba a soplar con fuerza ahora. Entro rápidamente mirando cada rincón de la casa en menos de un segundo, descubro para mi sorpresa que todo en la casa estaba desordenado, todo revuelto, alguien había estado allí y decidió buscar algo con todas sus fuerzas. Me sentí frustrado, y pensé en ¿cómo es que no escuché el sonido de la televisión contra el piso? Me preparo física y mentalmente para buscar al culpable dentro de la casa, capaz que aún seguía adentro, y podría evitar que me robara y así hacer que me devolviera a mis perros. Voy al dormitorio y veo a lo que parecía ser una persona muy alta, prendo la luz, y lo apunto con la escopeta al mismo tiempo que le digo que se quede quieto y que no lo voy a lastimar si no se mueve. Cuando prendo la luz, lo veo al costado de mi cama, muy alto  y delgado,  de un color marrón como envejecido, su piel casi gelatinosa y transparente por la que se podían ver sus órganos. Tenía los ojos inmensamente desproporcionados con su cara y sin pupilas, sus brazos parecían sumamente frágiles y delgados al igual que sus piernas. Ausente totalmente de uñas y  de cabello en todo su cuerpo. Me di cuenta rápidamente que no era de este mundo. Por un instante nos quedamos viendo fijamente el uno al otro, como no entendiendo ninguno de los dos lo que pasaba en ese momento y observándonos como ratones de laboratorio. Mi corazón latía tan rápidamente que parecía se me fuera a salir del pecho, la escopeta  colgaba de mi mano casi a punto de caer. Él tenía en su mano izquierda una foto de cuando mi esposa aún vivía y nos habíamos ido a colonia a pasar un hermoso fin de semana. Comenzó a moverse de apoco y casi automáticamente lo volví a apuntar con la escopeta, su brazo derecho que era tan largo  con un solo movimiento logró tomar mi brazo con el cual sostenía la escopeta, sentí como sus dedos, gelatinosos y suaves presionaban mi brazo para que bajara la escopeta, no pensaba en nada en ese instante,  tenía la mente completamente en blanco y la situación se apoderaba de mi razón. Solo lo miraba y bajaba la escopeta tan suavemente como el me guiaba. Su rostro ahora parecía amigable, sin expresión alguna su mirada me hizo sentir cómodo con la situación, casi sin pensarlo cuando le pregunte quien era  toda la habitación se volvió blanca, tan blanca que me dejó completamente ciego, traté con todas mis fuerzas de enfocar algo, sumamente nervioso luchaba para ver, y cuando por fin lo comencé a lograrlo ya habían pasado algunos largos segundos. De apoco veía mi dormitorio, la repisa vacía y la cama, yo trataba de encontrarlo a él, pero no lo lograba. Cuando por fin mis ojos ya veían todo o lo suficiente, me doy cuenta que ya se había ido, así que comencé a correr hacia afuera y desde la puerta de la cocina  veo como una luz fuerte detrás de los árboles se levantaba hacia el cielo. Caigo de rodillas al frio piso tratando de seguir con mi mirada la luz que se eleva por el cielo girando rápidamente. Moviéndose de un lado a otro y cada vez más rápido se aleja por el cielo hasta que no logro verla más. Quede atónito por unos largos minutos, no podía creer nada de lo que me había pasado. Temblaba y mi mente estaba completamente en blanco.

    Desde ese día, pasé largos años tratando de entender para que vinieron, quienes eran, porque se llevaron a mis perros, que eran mi única familia y sobre todo porque no me hicieron daño. Realmente me preocupaba demasiado, así que se lo conté a varias personas del pueblo, por si ellos habían visto algo inusual esa noche y desde ese entonces pasé a ser el loco del arroyo, ya nadie me hablaba sin que se burlaran de mí. Por esta razón desde hace ya varios años que no salgo más allá de mi chacra y aún estoy seguro de todo lo que me pasó ese día, pero a veces dudo, dudo pues  muchas veces me pregunto si no fue sólo mi imaginación que me jugó una mala pasada y trate de borrar el hecho de que tal vez a todos mis perros los soltó algún joven que se quiso hacer el gracioso. Llegué a pensar que me estoy volviendo loco y a pensar mucho en lo que me dice la señora que se encarga de traerme las cosas que preciso del pueblo , ella dice que es normal, que las personas a mi edad alucinan cosas, y tienden a armarse un mundo de fantasías. Realmente pienso mucho y Lo único que me queda como gran prueba quizás, es que a partir de ese encuentro mi cuerpo  comenzó a sentirse extraño, no es normal que una persona viva hasta los ciento cuarenta años ¿no? Y menos aún que parezca de setenta! Realmente siento que desde ese día nunca más pasaron los años para mí. Pienso que tal vez ellos me dieron esta prueba para que no me olvide de lo que pasó y me mantienen con vida porque quieren volver a encontrarse con migo, aunque todavía no encontré una razón, pienso que tal vez yo no la puedo comprender aún.  Por las dudas de que así sea, espero siempre a partir del atardecer, todas las noches sentado en mi silla, hasta el amanecer, desde hace ya setenta años noche tras noche con la esperanza de ver a mis perros y volver a verlo a él y así preguntarle todo esto que me obsesiona desde hace tantos años. 

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